Esta planta de la familia de las brasicaceas o crucíferas es conocida por su alto poder alimenticio, por su aspecto y sabor no es muy aceptada en los niños y tampoco en algunos adultos, pero veamos por qué no deberíamos rechazarla. Una extraordinaria sustancia está presente en esta familia de vegetales y nos puede proteger de muchas enfermedades. ¿La aprovechamos?
Nutricionalmente, el brócoli es un número uno, tiene un alto contenido en fibra alimentaria, pequeñas cantidades de selenio, cromo para combatir la diabetes, calcio (tanto como un vaso de leche), ácido fólico y vitamina C (una sola ración son 30mg de esta vitamina) además gracias a estos dos últimos, la absorción del hierro es mucho mejor.
En 1992 el brócoli copó las portadas, se hicieron estudios comprobando que las personas que consumían más verduras y frutas presentaban menos cáncer, de modo que analizaron una serie de extractos vegetales buscando elementos químicos concretos que pudieran detener las enfermedades, de todas las verduras las que mostraron mayor efecto anticancerígenas fueron el brécol y sus parientes; después de muchos estudios vieron que contiene propiedades anticancerígenas como diindolilmetanoque es un potente modulador de la respuesta del sistema inmunitario, siendo por tanto antiviral y antibacteriano.
Uno de sus grandes componentes es el glucorafanina que puede ser convertido en el compuesto anticancerígeno sulforafano, los investigadores del cáncer están muy emocionados con este compuesto y han hecho gala de él en infinidad de estudios de laboratorios de todo el mundo.
El cáncer aparece cuando se producen errores en el ADN, una lotería que nadie quiere ganar, pero la presencia de productos químicos tóxicos aumenta las posibilidades de tenerlo, nuestro cuerpo tiene extraordinarios sistemas reparadores del ADN pero las sustancias cancerígenas restan eficacia a estos sistemas y las nuevas células se dividen de manera incontrolada formando un tumor, transportando cada célula, el ADN que contiene el error .
El sulforafano combate el cáncer de tres formas. Primero, puede frenar los procesos internos de las células, segundo fomenta la muerte de las células cancerosas y en tercer lugar anima a la célula a producir enzimas que son importantes en la batalla contra el cáncer.
Todo esto es una gran noticia ¿verdad?, la mala es que algunos científicos creen que solo la mitad de la población posee el gen que potencia la acción del sulforafano y el otro carece de este y por tanto gran parte de este compuesto es eliminado por la orina. Por tanto quien carezca de este gen GSTM1 necesitará consumir mucho más sulforafano para conseguir el mismo efecto o combinar el brécol o sus familiares con alimentos ricos en selenio como las nueces, huevos, pollo y gambas.
Pero la relación entre nuestros genes y la alimentación no sólo está en el gen GSTM1 sino hay más relaciones, por ejemplo, hay una enzima que descompone el pigmento de la remolacha pero cerca de un diez por ciento carece de este gen y orina rosa o cuando come espárragos el olor de su orina es raro, lo mismo que ocurre con la sal algunos por los genes nos podemos permitir más cantidades y otros no. No tener estos genes no nos hará enfermar, pero si hay muchos genes que si inciden en nuestras enfermedades y comer unos u otros alimentos podrían ayudarnos en ese riesgo.
Muchas empresas ya ofrecen el plan dieta según tu ADN, el paciente manda células de la mucosa bucal, se analizan unos veinte genes y se hacen unas recomendaciones dietéticas personales, un campo dentro de la nutrición que está en expansión.
Aún está por ver pero es posible que en unos años los médicos puedan examinar el genoma entero en cuestión de segundos y recomendar una dieta específica. Hasta entonces una dieta rica en frutas y vegetales y equilibrada será nuestra mejor opción. ¡Gracias por leernos!